sábado, 3 de mayo de 2014

Pesadilla

Hay veces en las que la inocente placidez se corrompe. El agua calmada se enturbia con la negrura de la angustia y el temor. El cuerpo hace que las propias manos se entrelacen, mientras las gotas de sudor frío corren por todo el cuerpo, reptando, como vívoras, mientras su huésped se encoge sobre si mismo hasta ser como era al poco de nacer: un bebé. Indefenso. Y aunque sienta que todo su mundo está ardiendo y desmoronándose sobre él, no llora, sólo tiembla. Tiene miedo de todo lo que ocurre a su alrededor, pero realmente no se da cuenta de lo terrible que es. Siente, como un niño, nada más; porque está dormido... Y cuando la fría luz del sol empiece a lamer sus párpados húmedos, la consciencia regresará lentamente al cuerpo, dotándole de algo más de cordura, o arrancándosela del todo. Al despertar y sentir su cuerpo estable y tranquilo, sentirá alivio. Sus temores sólo se habían hecho reales en un sueño, su realidad está todavía a salvo. Pero sabe que una parte de esa angustia ha anidado en su interior, que en la pesadilla había parte de verdad; ahora que ha visto ocurrir aquello que más temía, su realidad no parece tan segura. Como una lámina de cristal, cualquier vibración podría romperla. ¿Y si su comportamiento actual sólo le está llevando al precipicio? ¿Y si la pérdida de aquello que más ama, aunque sea difícil, se está sobreviniendo, por su culpa? ¿Está haciéndolo bien? ¿Cómo estar seguro? 

Ha vuelto a temblar, y también llora. No dejaré que eso ocurra, vocaliza sin hablar, mientras las lágrimas juegan saltando entre sus labios.

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