jueves, 26 de diciembre de 2013

Lección

Cuando al temer que el viento va a alejar de ti lo que más quieres sientas el impulso de cerrar tu puño para pararlo, deja que pase entre tus dedos. Disfruta de su caricia fresca, pues no puedes hacer nada para frenarlo.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Duelo entre iguales

Las cuchillas vuelan, rasgando la materia, buscando la carne de su objetivo. Las esquivas son la única defensa, y girando al ritmo de los filos se salva la vida. Aprovechando la inercia, es fácil hacer que la energía se desprenda del cuerpo y cruce el aire en forma de letales esferas brillantes. Hacerlo mientras no te alejas ni un centímetro del borde del precipicio no es sencillo, pero sólo hace que todo sea más divertido.

Con la muerte lamiéndonos los labios, la sensualidad del combate excita y atemoriza a partes iguales. La tenacidad de la concentración es tal que no existe nada más que movimiento, energía y filos. Un objetivo y un rival. Aún sin mirarse a los ojos, pues la vista no debe fijarse en nada, abarcando el máximo espacio posible, y al  tiempo ha de analizar cada pequeño detalle relevante, se siente la mente del otro rozando la propia, en un contacto más intimo que el de cualquier amante. El resultado del duelo prolongado es la compenetración total entre rivales, lo que hace que sea imposible que apenas se rocen.

Cuando el fin de la lucha no haya comenzado, pero se haya ido de la mente la tensión, se puede sentir como parte del yo al otro. Mover su cuerpo como el propio, esquivando lo que se lanza. Fundirse con él. Amarle.

No es fácil escapar de esa situación, y el desenlace rara vez se desvía de las dos opciones más posibles: La fusión total de los dos rivales... o su muerte.

lunes, 7 de octubre de 2013

Salto al vacío

Alma, abre los ojos. Atrévete a mirar dónde estás: Un subterráneo donde no te encontrarás con sorpresas desagradables, porque lo peor es siempre esperado; un lugar donde la sangre hace barro. Tras cada esquina te esperan aberraciones deformes, sin alma, ansiosos por desgarrar tu jugosa carne.  Y cuanto más avances, más hambre tendrán. Hasta el infinito.

Atrévete a verlo de una vez. Solloza, hazte una pelota en el suelo apretando tus piernas contra ti y cierra los ojos con fuerza. Siente el mismo miedo que tiene quien se precipita hacia la tierra desde cientos de metros, sabiendo que morirá. Espera a que vengan.  Les oirás llegar. No tardarán en abrazarte con sus miembros malformados y podridos, tan fuerte que no podrás evitar explotar. Soporta su contacto y el dolor hasta que pase.

Cuando hayan acabado podrás descansar.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Enfermedad

Empezó a manifestarse ayer, pero ahora es cuando me está atacando de verdad. No sé si es algo nuevo, o llevo teniéndolo dentro durante años. Tampoco sé si es un parásito, o parte de mí mismo. Sólo conozco lo que siento, y puedo entrever algo que me permite hacer una conjetura arriesgada sobre alguna de las causas.

La primera manifestación de este problema fue la incapacidad de pensar con claridad. Deducciones sencillas sobre física se convierten en anchos muros que mi intelecto no puede sortear. La frustración siguió a esto, lo que causó una disminución de mi autocontrol, que a su vez ha permitido que caiga en el estado en el que me encuentro ahora. Ya no hay hueco para el pensamiento. Sólo una sensación incómoda en el pecho, como si un pequeño gusano dentado me estuviese devorado desde dentro, poco a poco, pero con un hambre insaciable. La rabia me consume, creada por algo que mi cuerpo (o mi alma) necesita, y no puede conseguir. Desesperación. ¿Qué es lo que quieres, pequeño? Me gustaría poder saciar tu hambre. El instinto me dice que haciéndolo podré llegar a una felicidad plena. Aunque la intuición hace que no acabe de creerlo.

¿Es ese alma confinada en un cerebro ciego, que está llamando a la mía? Si es eso, que pare, por favor. Sabe que poco más que devorarla puedo hacer por llevarla cerca de mí.

¿Acaso soy yo el que tiene sed de almas? Puede que ese síndrome de abstinencia que nunca pasa haya vuelto. Y si es eso, la sed hará que busque personas con las que saciarlo, lo que solo les traerá dolor.

¿O es que el pequeño que me devora ha encontrado a otro ser con quien podría ser afín? Por lo que siento ahora, ni de lejos. Pero quién sabe.

Lo que demonios sea que está tratando de esclavizarme necesita tiempo para decidirse.

domingo, 15 de septiembre de 2013

¿Ejemplos o tiranos?

Hola otra vez, lector. Te traigo un nuevo tema sobre el cual reflexionar…

Últimamente he estado fijándome en como muchas personas idolatran a otras, y me ha parecido bastante desconcertante. Cuando yo admiro a alguien, es porque alguna de sus acciones me resulta ejemplar, porque hay algo de él que me gustaría poder alcanzar, aun sabiendo que esa persona tiene todas las carencias propias de cualquier ser humano. Pero hay quien sigue a otros como si fueran… dioses. Adoran a sus cuerpos y sus obras, nunca los cuestionan, y arremeten contra todo el que lo haga, como declarando una guerra santa. Harían cualquier cosa con tal de estar cerca de ellos, aunque sus “ídolos” ni les miren, ni siquiera adviertan su presencia, sino sólo sus cuerpos, como otro admirador más, y aun así sentirían tal alegría que no podrían evitar gritar de emoción; engañándose a sí mismos pensando que esa sonrisa era para ellos. Están atrapados en un maleficio de “amor”, si es que se le puede llamar así a esa imperiosa necesidad por dárselo todo a alguien que nunca va a mirarte; sí, yo también lo he sentido. Y lo más triste de todo es que no sólo me refiero a aquellos incondicionales fans de estrellas pop y similares, de hecho eso me parece lo menos grave… He visto esto también entre “amigos”, personas del día a día, que tienen contacto a menudo. Como dijo Aristóteles, uno es el amante, y otro el amado. O como digo yo, uno es el manipulado, y otro el manipulador.

Una persona necesita tanto a la otra que no puede apartarse de ella sin sentirse vacío. Tiene una imagen tan falsa de ella que piensa que merece todo lo bueno, que en cierto modo es la encarnación de la pureza. Se desvive por su ídolo, olvidándose cada vez más de sí mismo… Mientras el amado (o manipulador), muchas veces sin darse cuenta, utiliza a su pobre súbdito. Fácilmente puede hacerle renunciar a sus más fieles amistades, haciéndole ver que son falsas; o a sus ideales, sugiriéndole otros mucho más convenientes. Y la parte más graciosa es que el amado ve justificadas estas acciones, ya que él mismo llega a creerse la imagen que su amante tiene de él: piensa que todas sus motivaciones egoístas son justas, y que su admirador también las busca por eso, porque es lo normal. Lo bueno. ¿Es “gracioso”, no? Una persona puede despreciar al mejor y más fiel amigo de otra, y que esta también comience a hacerlo y deje a su amigo tirado, pensando que el criterio de su amado es el acertado, sin ningún tipo de vacilación. Abandonando a alguien que se ha desvivido, se ha preocupado y le ha amado realmente simplemente para satisfacer a una persona que sólo le utilizará. Este sentimiento promueve la injusticia. La ceguera. Hace que me hierva la sangre.

No creo que podamos dejar que nadie dirija nuestras vidas, por muy necesitados de cariño que estemos. Tener ejemplos a seguir es genial, siempre que sepamos que en ningún momento estos son superiores a nosotros: simplemente son personas que encontraron un buen camino y lo siguieron, para dejar que personas como nosotros podamos explorarlo también. No son perfectos, ni están libres de la debilidad humana, pero sí hay algo que podemos aprender de ellos. Yo, al menos, he visto así a todas las personas a las que he admirado. Quizás me haya resultado tan fácil porque esas personas ya están muertas, realmente nunca existieron, o también sentían algún tipo de amor por mí. Lo que tengo claro es que no dejaré que el juicio de nadie nuble el mío propio y sustituya mis ideas por las  suyas. No seré ileal a un amigo porque alguien diga que no lo es realmente, independientemente de quién quiera que cambie de idea sobre él. No actuaré de un modo que me parezca injusto para ayudar a nadie.


No hay nada más importante para mí que la propia identidad, y creo que someterse a otro, por el motivo que sea, es equivalente a morir, con la salvedad de que con suerte en esto podrás volver atrás. Es esencial ser uno mismo por encima de todo, siendo flexible, pero cambiando de ideas sólo cuando tu propio juicio crea que es conveniente. No debe haber más juicio que el de uno mismo. Y actuando así no serás terco o egocéntrico, siempre que reflexiones correctamente. Serás tú mismo.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Idiota

En el mismo día, un principio y un final. Una ilusión y lágrimas tragedias.
Qué tonto se siente uno cuando coge carrerilla para saltar hacia un muro, creyendo sortear así un obstáculo en el camino. Cuanta sorpresa y dolor al sentir los huesos rotos crujir contra la dura piedra, el sonido que menos esperaba, el que debí haber previsto desde el principio. ¿Qué estúpido seguiría tirándose una y otra vez contra la misma pared, esperando siempre que haya desaparecido? Menuda idiotez. Menudo idiota.

viernes, 30 de agosto de 2013

(Necesito) Consuelo

¿Ni siquiera te tomarás un descanso conmigo, aferrando mis manos, escuchando mi voz? Tal vez te resulte más efectivo que una cadena y un recuerdo...

De hecho, es el único descanso que podría tener.

jueves, 29 de agosto de 2013

Compañía

La noche es hermosa en sí misma, pero dura para los que están solos. Yo la estoy comenzando aquí, frente a la pantalla de mi ordenador, que hace las funciones de un enlace entre mi ser y un mundo no espacial como es internet. Estoy cansado, sin muchos ánimos ni fuerzas par dedicarme a algo útil. De hecho, me ha costado un triunfo empezar a escribir esto. Aunque precisamente mi falta de energía es lo que me ha motivado a hacerlo.

Me siento solo, sí, y eso hace que desee... no, más bien necesite, alguien con quien compartir la noche. Porque de lo contrario el sueño sería demasiado, y acabaría dormido. No, no... el sueño no cambiaría, sino que lo que me faltarían son los ánimos que hacen falta para superarlo. Entonces, la compañía me reconfortaría con esas fuerzas que necesito para superar el sueño, pero: ¿Con qué propósito? ¿Por qué el hecho de tener alguien con quien hablar debería hacer que aumentara mi determinación para aprovechar esta noche, si lo único que hará una conversación es quitarme tiempo? Estar con alguien no beneficia a ninguno de mis fines conscientes y racionales, así que la respuesta tiene que estar en un proceso de la misma naturaleza que el que provoca esta somnolencia: algo inconsciente. Una necesidad tan primitiva como el hambre, una necesidad insuperable de estar acompañado de otros. Quizá un fruto de la selección natural, que favoreció a quienes necesitaban de los demás por facilitar la cooperación, y la cercanía a quien podría ayudar a perpetuar los genes. O quizá esta necesidad responda a algo mucho menos explicable (por el momento), la tendencia de mi alma hacia la conexión con otras; el anhelo de la sensación de plenitud que se alcanza cuando un alma encuentra otra que la complementa. ¿Pero podrá un alma hablar con otra a través de dos terminales de la red? ¿Sin la exposición a las feromonas podrá el cuerpo sentirse satisfecho con el contacto con otro ser humano? Al fin y al cabo, podría no haber ninguna persona detrás de la conversación que anhelo. Podría simplemente estar producida por un programa muy bien diseñado. ¿En ese caso, aunque no estuviera al tanto del engaño, no sentiría la satisfacción que provoca hablar con otro humano? O por el contrario, ¿Lo sentiría exactamente igual, incluso hasta el punto de negarme a aceptar la verdad si alguna vez me es revelada, convenciéndome a mí mismo que el programa informático ha adquirido conciencia de algún modo? Quizá el autoengaño baste para saciar la necesidad, y de hecho, al menos en parte, lo hace: no son pocos los niños (y no tan niños) solitarios que han creado consciencias ficticias, y entablado relación con ellas. Amigos imaginarios. Yo mismo lo hice alguna vez, aunque sigo sin estar seguro de que esa consciencia fuera creada por mí, parecía impredecible. Hasta ese punto podría llegar el autoengaño.

A veces me encantaría poder deshacerme de esto, vivir sin necesitar de nadie más, pero cada vez que lo intento siento que me hundo. No está en nuestra naturaleza el estar solos, sino buscarnos unos a otros continuamente, rechazarnos, seguir buscando. Hasta encontrar a aquellas personas que encajen con nosotros. Y esperar que nada les aleje de nosotros.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Realidad

Esa última etapa de mi vida fue intensa, y salí de ella como quien abandona el palco de un teatro tras una buena tragedia. Fue esa clásica historia en la que los amantes viven un idilio apasionado y perfecto, llena de sueños, esperanzas y los típicos planes que dos jóvenes tienen como futuro perfecto, hasta que ella duda de la historia que ha creado, conoce a otro, comienza a hablarle de amor entre susurros, para que su compañero, ahora un lastre, no lo oiga. Ella sólo ruega por un error de él para poder repudiarlo. Uno de esos muchos fallos del hombre enamorado: la evasión de la realidad, el deseo excesivo, la posesión, los celos injustificados, etc. Y aunque en estas historias los celos nunca son por nada, ya que el joven puede llegar a ser mucho más perspicaz de lo que parece, a ojos de los demás siempre serán un error; e incluso ante su pareja infiel, que llegará a creerse sus propias mentiras. Y así la emotiva y apasionante historia de amor que ocupó gran parte de la obra se trunca en un tropiezo entre lágrimas y mentiras, tras el cual no sabes muy bien quién eres, dónde estás, o qué narices se supone que vas a hacer ahora.

Y así estaba yo hace un momento, sentado en la acera frente al teatro, con mi mente perdida en la desazón que mi asistencia a la representación de esa obra me había causado, mientras mis ojos paseaban entre los grupos de gente bien vestida que comentaba la obra en el café, sin prestarles demasiada atención. Tras pasar muchas noches heladoras y días aún más fríos allí sentado, observando sin atención a aquellas damas y caballeros que entraban y salían del teatro tan panchos, sin que las tragedias a las que asistían trajeran más consecuencia en ellos que una agradable conversación sobre su trama, acompañada de un brandy, un café o una taza de chocolate caliente, decidí que había algo que debía aprender de su despreocupada conducta. Presté en cada segundo un poco más de atención, dando todo lo que podía en la observación, pero aun así sin esforzarme.  Vi cortos gestos de una desazón parecida a la mía abandonar sus rostros tan pronto como se cerraban las puertas de los palcos detrás de ellos, intercambiándose por una sabia, radiante e imborrable sonrisa, que aún no estaba presente antes de la representación. Fue entonces cuando lo comprendí.

Las personas que regularmente entraban y salían de aquél teatro eran hombres y mujeres de verdad, personas reales y honestas, libres, cuyos actos tenían la capacidad de repercutir al mundo que les rodeaba, de hacer marcas que no se borraban. En cambio, aquellos personajes que vivían en el teatro y daban vida cada noche a la misma historia eran distintos; ellos no estaban hechos de realidad, sino de un engaño a nuestra mente. No decían la verdad ni eran libres, no se peritían salir de su vil guion, quizá por miedo. Trataban por todos los medios posibles, por muy ruines y rastreros que fueran, de engañar a sus espectadores, de hacerles creer sólida una proyección. Las damas y los caballeros sabían esto; para ellos era algo intuitivo y normal, y sabían tratarlo sabiamente: durante la obra cedían ante el engaño, disfrutando de las delicias del calor de los amantes al inicio de la obra, y sufriendo horriblemente la suerte del desahuciado a su término, odiando los actos egoístas y cobardes de su compañera. Pero cuando la representación finalizaba reconocían el poco poder de los personajes para interferir en su vida, más completa y hermosa, por ser real.

Y ahora que sé esto, yo me compadezco: Pobres criaturas que habitáis en los teatros, vuestros esfuerzos envidiosos por arrebatar su vida a alguien que sí es capaz de poseerla serán en vano, pues ya todos conocemos la insignificancia de vuestro ser. Os miraremos desde nuestros palcos, el tiempo justo para recordar las infinitas posibilidades que nos da nuestra vida honesta, cuántas nos arrebataría un engaño tan inútil como el vuestro.

Volveremos junto a nuestros amigos, no junto a esa gente que manipuláis para creeros queridos y respaldados incondicionalmente, aunque defendáis la más innoble de las causas; nos abrazaremos a nuestros amantes, no a esa inocente criatura engañada que usáis para satisfacer vuestros deseos y sentir una chispa de la hermosa realidad en vuestras vidas, que se esfumará en cuanto os desintereséis y os decidáis por una nueva víctima. Crearemos algo bueno que perdurará y merecerá todos los esfuerzos, algo por lo que haya merecido la pena vivir y nos de fortaleza y juventud hasta el último suspiro, mientras que vuestras mentiras os marchitarán poco a poco, y os sentiréis sucios y demacrados aún en la juventud. Para nosotros todo volverá a estar bien tras cada caída, todo vuelve a su sitio. Para vosotros, significará el fin.

El fin de una de las muchas representaciones de la obra que ejecutaréis, una y otra vez, hasta el fin de vuestra inútil vida.

Se puso en pie, y volvió a caminar. Se encontró por casualidad una de las actrices que participaron en la obra, y la saludó cálidamente. Su respuesta fue fría y rápida, como si el saludo le hubiera dolido. Como si tuviera miedo. ¿De que las mentiras que ella misma se había contado y le permitían mantener su vida se desmoronasen? ¿De ver en los ojos de su espectador ese brillo sabio y puro que ella nunca podría tener? ¿De darse cuenta de la jaula que ella misma había construido para sí misma, de que la claustrofobia le asaltase?

Él no lo supo a ciencia cierta, la verdad. Pero lo que sí tenía claro era que eso le encantaba. No era un muy buen sentimiento por su parte, pero hasta las personas como él podían permitirse un exceso de este tipo de vez en cuando. Sentir que al fin había algo de justicia, que él podía sonreír y dar calor a los fantasmas que la representación había creado, mientras la actriz sufría la verdad perforándole la nuca, incansable, cada vez que pensaba en algo más allá de su obra; tristeza por su vida vacía, e incluso resentimiento hacia sí misma por ser tan cobarde. Porque hasta los actores tienen un alma pura que lucha por vivir armónicamente. Esas pobres almas confinadas entre barrotes de mentiras… Tan hermosas e inalcanzables. Él se compadeció también de quien tuviera como destino unirse a una de estas almas, pues nunca podría hacerlo. Quizá esa persona sería elegida como víctima, y vería chispas del alma de su amante intentando liberarse, se sentiría completo y feliz, seguro. Hasta que la actriz decidiera que ya había sido suficiente y se entregase a otro inmediatamente después de abandonarle, o sin esperar ni a eso. Él pensó que sería una experiencia horrible. Amar algo que sabes que existe, pero no poder alcanzarlo. Ser rechazado con mentiras cada vez que tratas de acercarte. Vivir eternamente sabiendo que nunca estarás completo. Como un fantasma.

Remató estos pensamientos mientras se acercó al café y tomó asiento, pidió a un camarero de voz serena una taza de chocolate, y dobló su entrada al teatro hasta hacer con ella una pequeña paloma de papel que posó suavemente a su lado. Tomó despacio su chocolate, dulce, cremoso, suave. Envolvió su lengua con una calidez que le meció en reflexiones más agradables. Lejos ya de pensar en teatro, comenzó a recordar la belleza de quien lo esperaba en casa, tras haber pasado tanto tiempo fuera. Aún era joven, pero ya una mujer de verdad. No había quien se le resistiese.


Decidió que en cuanto la viera le invitaría a tomar otro chocolate en el café del teatro.

martes, 27 de agosto de 2013

Olvida y siente.

Ayer miré hacia el río, y sólo vi en él mi reflejo:
plano, predecible, irreal e injusto.
Hoy quiero saber la verdad y entro en él, casi desnudo;
el tacto y el alma me muestran algo nuevo.

No hay rastro de mí allí dentro,
solo belleza, luz, vida y nostalgia.
Miedo, necesidad, ansia y deseo.

Descubrí que para ser ciego no hay que tener secos los ojos,
sólo creer haber visto sin tenerlos abiertos.

sábado, 17 de agosto de 2013

Ritmo

Hay momentos en los que es necesario sentarse y esperar. En otros, debemos correr tan rápido como nuestras capacidades nos lo permitan. 

Pero lo que nunca, nunca se debe hacer, es actuar con prisa.

jueves, 9 de mayo de 2013

Tortura

El joven llevaba horas en la cruz, sus brazos pendían de los clavos. Se desangraba poco a poco.

¿Por qué no me matas ya? Quiero descansar.

El sonido de su voz rebotó en la fría piedra y regresó a sus oídos. Aquél que lo observaba guardó silencio.

jueves, 2 de mayo de 2013

Hambre


Hmm... esa carne huele muy bien, ¡Y menuda pinta que tiene! El estallido del aceite al freír siempre me ha relajado, pero con una carne así es aún más encantador. Espero que esté lista pronto, me muero de ganas por probarla, y empiezo a estar hambriento.

Podemos charlar un poco, para hacer tiempo y distraer al estómago. Además, me gustaría contarte cómo adquirí este gusto gastronómico tan poco usual y mal visto. Por cortesía, más que nada; educación. He contado esta historia cientos de veces, pero estas ocasiones siempre merecen una más:

Hace algún tiempo me enteré de la existencia de una acampada en conmemoración del movimiento hippy, y de su celebración cercana a mi ciudad. Siempre he sido un poco antisistema, así que ese acontecimiento me atrajo hasta el punto de que pareció que si no iba me acabaría arrancando los huesos, así que conseguí escapar del férreo control de mis padres, e ir.

Allí poco quedaba de la cultura original, aunque quizá sí persistía su esencia. No se fumaba maría -no mucha, al menos-, ni se pedía paz con camisetas locamente tintadas y flores en la mano; pero allí empecé a darme cuenta de algo. Abrazado entre una masa de compañeros antisistema escuché las declaraciones del vegano Alex Mendoza. Apenas recuerdo algunas frases, pero la idea que conmocionó a la multitud sigue latiendo con fuerza dentro de mí. Me invitó a abrir los ojos, y al aceptar el ofrecimiento pude ver el horror que la raza humana comete cada día contra el resto de almas de la naturaleza: Bebés llamados corderos por eufemismo, arrancados de los pechos de sus madres y reemplazados por ordeñadoras automáticas: máquinas que roban la leche que el bebé asado y devorado ya no necesita. Gallinas que tienen que vivir en un espacio en el que por poco entra su cuerpo, cerdos condenados a nacer, ser cebados y morir, ecosistemas enteros talados para plantar cereales sobre los cadáveres de tantas criaturas... y…

Lo siento, me he dejado llevar por mis emociones. Esto no es algo de lo que hablar en la mesa, y menos a la espera de un manjar tan espléndido. Espero que puedas disculparme. Ya va siendo hora de dar la vuelta a la carne...

Bueno, como iba diciendo… esas charlas me hicieron reflexionar, y las conclusiones a las que llegué no fueron bonitas, pero sí ciertas, y no pude cerrar los ojos ante tanta realidad. Frente a la imposibilidad ética de comer nada y la insistencia de mi querida madre en que lo hiciera, me encerré en mi habitación, sollozando. Pasé el tiempo jugando con mi preciosa navaja mariposa, hasta que los ruegos de mi progenitora me sacaron de mi ensimismamiento, y oí los furiosos pasos de mi padre subir las escaleras huecas, provocando tal estrépito que parecía ser un elefante el que acudía a traerme un delicioso chuletón, y a gritar que no saldría hasta que lo terminase, cerrando y candando la puerta tras de sí. Y ahí estaba yo, sentado en mi cama, navaja en mano y con un pedazo del cadáver de un inocente y desdichado animal frente a mí. No sabía cómo podían pensar siquiera en que devorase a la que habría sido tan pura criatura, mucho más que cualquier hombre.

Con el tiempo, las moscas comenzaron a aprovechar la carne en descomposición, devolviendo a la naturaleza lo que era suyo, y en mi cara comenzaron a verse las marcas del hambre: Mis ojos se hundieron, y mis pómulos y mandíbula se hicieron más marcados que nunca, amén del color pálido que comenzaba a tomar toda mi piel.

Para mí fueron años el tiempo que pasó hasta que volví a oír los pasos de mi padre, con tanta furia y determinación como la vez anterior, aunque algo más descontrolados. Casi desencajó la puerta al abrirla, y por poco hace lo mismo con mi mandíbula, a juzgar por como crujió cuando me golpeó. Me dejó tirado en el suelo, dolorido, mientras me observaba con esa mezcla de ira y decepción. Miró el trozo del cadáver del animal. Yo también lo hice, y volví a pensar en la pureza de ese ser. Después me miró a mí, y yo le devolví la mirada. Entonces vi lo penoso que era aquél hombre, y el frío tacto de la navaja mariposa entre mis dedos me dijo lo que realmente merecía.

Rugí a la vez que mis tripas cuando me abalancé sobre él. Abrí la navaja en un rápido golpe de muñeca e hice desaparecer la hoja en las tripas de mi padre, una y otra vez, mientras este me miraba incrédulo y se desplomaba en el suelo, aplastándome. A duras penas conseguí quitármelo de encima, y manchado en su sangre comencé a devorar la jugosa carne de su cintura. En cuanto sacié mi hambre vomité sobre el cadáver, pues no estaba acostumbrado a comer carne tan cruda.

Aunque no fue un episodio muy agradable, me hizo aprender una forma en la que podía alimentarme sin tener esos terribles remordimientos después. Las cosas malas traen consigo otras buenas, ¿No crees? Así puedo dar un cometido útil a esas personas que no hacen mucho bien al mundo, y al mismo tiempo disfruto de un buen manjar.

Sí, sabía que explicártelo te calmaría. Al principio tenías una expresión muy extraña, pero ahora pareces sereno, calmado. Y lo mejor de todo es que la comida está lista: Un poco de sal… ¡y voilà! ¿No tiene una pinta espléndida?

Es una pena que no haya mucha gente que coma lo que yo como. Si fuéramos más, podríamos salvar muchas vidas inocentes… pero en fin, cada cual es cada cual. Y ha llegado la hora de probarlo…

Qué ternura, qué sabor, qué aroma... Es una explosión de vida y justicia en la boca, mejor que la caricia de una madre comprensiva, que el abrazo de un padre. Mejor que el amor de una mujer, que la calidez de los hijos. Es la carne de un villano en lugar de la de un ser puro. Es perfecto.  

Sí, puedes permitirte estar orgulloso. Como esperaba, tu carne está deliciosa.

miércoles, 24 de abril de 2013

Errante

Estoy sentado frente a la nada, sintiendo lo menos posible. Todo está sumido en una oscuridad casi absoluta, pero sin mirar distingo pequeñas chispas de luz de luna brillar en el filo de un espejo, en el cristal de una pecera vacía y en las piedras brillantes que hay entre la arena amarilla sobre la que está colocada. Además de un ligero aroma a chamusquina, eso es todo lo que mis sentidos me aportan ahora mismo. Brillos de una luz hermosa y fría sobre un altar que ahora sólo puede ser olvido. Parecen susurrarme con esa voz siniestra y cálida que sólo he oído en mi cabeza... Vuelve... Pero no hay a dónde volver. La casa ha ardido, y un par de manos no pueden construir otra sin ayuda. Así pues, es hora de vagar.

domingo, 24 de febrero de 2013

Luz

No sabes cómo has llegado hasta aquí, ya que ahora mismo no puedes concentrarte para pensar en ello. Tu mente y tus sentidos parecen estar a la merced de las sombras que te rodean, de la negrura del bosque.

La oscuridad forma una densa niebla que danza a tu alrededor, creando formas que tu raciocinio no puede percibir, pero tus sentidos sí. Se mueve como un fluido sin masa, como un alma sin cuerpo, y corrompe a todos los seres que te rodean, transformándolos en simples siluetas, agonizantes contornos con un alma oscura y amenazadora. El terror te inunda como una llama que se extiende en un segundo desde las primeras vértebras a la coronilla, hasta tal punto que la linerna cae de tus manos mientras intentabas encenderla, dejando en silencio por un momento la melodía de la oscuridad con su apagado golpe en el suelo.

El shock de tu error mortal bloquea tus instintos, los corrompe; la parálisis del terror te puede por un momento, hasta que el sonido de una rama caída al quebrarse te hace reaccionar, y corres frenéticamente en dirección contraria. Un sexto sentido animal te hace sentir la presencia ahora silenciosa y etérea que te persigue, riéndose de tu carrera, rozando tus talones, acariciando tu espalda... y la adrenalina no te permite parar, sólo acelerar: porque sabes que si disminuyes tu velocidad, por poco que sea, te alcanzará.

Sigues corriendo, hacia el corazón del bosque, donde el camino improvisado que habías escogido para pasear desaparece entre arbustos espinosos que arañan tus mejillas. Esquivas los tropiezos, a veces apollándote en superficies que mellan y perforan tus manos. Finalmente ves un claro a lo lejos, y la esperanza renova tus fuerzas. La ilusión te abraza, hasta que tropiezas con la pequeña verja que delimita el camino principal, y caes de bruces en él.

Inmóvil en el suelo, dolorido, con los ojos fuertemente cerrados. Intentas prepararte para sentir cómo tu alma se despedaza, te resignas a lo inevitable, no hay nada más que hacer. Te aprietas contra ti mismo.

En unos segundos crees darte cuenta de que no vas a morir esta noche, de que tu alma no se irá de tu cuerpo deformado por el dolor. Te incorporas sobre tus manos doloridas, y ves como la luz baña tu cuerpo desde los faroles del paseo. Ves el aire brillar como sólo puede brillar el paraíso, sientes tus heridas curar en la dulce melodía de la luz, que no es lenta ni rápida, grave ni aguda, simple ni compleja; es todo a la vez, y a la vez no es nada. Simplemente indescriptible, lo más bello que has visto jamás. Homogéneo y puro, danzante y líquido a la vez. Cálido en la piel y fresco en el alma. La luz entre la oscuridad.

martes, 22 de enero de 2013

..

¿Qué haces cuando la única luz de tu vida se apaga?

¿...cuando el único asidero que pudiste encontrar se derrite entre tus manos?